Digamos que John Locke es mi personaje favorito de Lost. Definido esto, continuemos. El culto a la televisión es una lacra, partamos por ahí. De la noche a la mañana surgen figuras patéticas a las cuales se les rinde pleitesía. Una lástima. Asimismo, la clase política es una mácula más sofisticada. Y diariamente, por lo demás, nos topamos con profesionales deshonestos o incompetentes de reputadas áreas. La aclamación, el prestigio, el éxito y la fama han perdido valor. El dinero mueve montañas. En consecuencia, el heroísmo barato del grupo selecto siempre es cómodo. Es fácil ser modesto cuando se es célebre, dijo Sábato. Es fácil ejecutar actos de bondad cuando se lo tiene todo. Distinto es el heroísmo del hombre común, ese arrojo difamado, silencioso, abnegado. Aquí entra John Locke. Su vida es lucha y fatalidad. Hay algo detrás de todo esto, piensa Locke. Un sentido, un significado, una luz. Sus circunstancias y decisiones lo llevaron a convertirse en un hombre común y corriente. Nunca logró nada sobresaliente. Su norte, sin embargo, fue el más noble: una misericordiosa y constante búsqueda. Algo hay, se decía inconcientemente. No obstante, sólo la soledad y una menoscabada fe fueron el resultado de una vida llena de desconsuelos y altruismos calumniados y desprovistos de gloria.
El hombre puede alcanzar múltiples objetivos superficiales dotados de profuso renombre, pero, ¿qué hace que una persona sea especial? Locke representa a la materia prima invisible del ser humano, a la esencia de la que estamos hechos, a la grandeza espiritual a la que podemos aspirar. Conciente del misterio del que formamos parte, Locke intenta conectarse con la verdad inalcanzable y cumplir el rol que le corresponde. Encontrar su destino, desarrollar su potencial adormecido, revelar su identidad. El sacrificio de su búsqueda hace miserable a su vida, y Locke mira pasar los años, sus fracasos, sus sueños incumplidos y la odiosa rutina impuesta por las circunstancias existenciales con la brutal incertidumbre de si llegará el día en que su apasionada sensibilidad, su mística sabiduría y su obsoleta humanidad cumplan su papel. Locke simboliza al hombre imperfecto que encuentra el camino perdido. Todo pasa por una razón, dice. Lo llaman demente, traidor y canalla. Y un día su sufrimiento muta en gloria. Locke pasa a ser un líder, un elegido, un salvador. Halla el significado de su búsqueda y con ello su lugar y su misión. John Locke constituye la reivindicación del individuo común. Del hombre fatigado, del hombre vulnerable, del hombre que lucha. John Locke excluye a los Superman y Batman y enaltece a los verdaderos superhéroes.
El hombre puede alcanzar múltiples objetivos superficiales dotados de profuso renombre, pero, ¿qué hace que una persona sea especial? Locke representa a la materia prima invisible del ser humano, a la esencia de la que estamos hechos, a la grandeza espiritual a la que podemos aspirar. Conciente del misterio del que formamos parte, Locke intenta conectarse con la verdad inalcanzable y cumplir el rol que le corresponde. Encontrar su destino, desarrollar su potencial adormecido, revelar su identidad. El sacrificio de su búsqueda hace miserable a su vida, y Locke mira pasar los años, sus fracasos, sus sueños incumplidos y la odiosa rutina impuesta por las circunstancias existenciales con la brutal incertidumbre de si llegará el día en que su apasionada sensibilidad, su mística sabiduría y su obsoleta humanidad cumplan su papel. Locke simboliza al hombre imperfecto que encuentra el camino perdido. Todo pasa por una razón, dice. Lo llaman demente, traidor y canalla. Y un día su sufrimiento muta en gloria. Locke pasa a ser un líder, un elegido, un salvador. Halla el significado de su búsqueda y con ello su lugar y su misión. John Locke constituye la reivindicación del individuo común. Del hombre fatigado, del hombre vulnerable, del hombre que lucha. John Locke excluye a los Superman y Batman y enaltece a los verdaderos superhéroes.
3 comentarios:
Aguante Johnny Locke !
Así que te gustan peladitos, bardudos y madurones... bien por ti, viejo.. como se van conociendo los gustos!
Saludos.
Mandíbula mecánica que indócil
baila, descolocada y entreabierta.
Articulando la madera fósil,
ruge con el crujido de las puertas
cierto muñeco con el ojo tieso
y mueca en otras épocas radiante.
Sin haber nunca dado un solo beso,
melancólico yace en un estante.
Los trazos que simulan ser cabello
no encierran sino penas sin color,
ignorantes del cielo, de lo bello.
Y, su estopa, cargada del dolor
de fingir que la vida es sólo aquello.
De no haber conocido un solo amor.
Publicar un comentario