Amo las películas de vampiros, con decirles que vi El pequeño vampiro y hasta la secuela barata de Vampiros de John Carpenter, con Bon jovi y Cristián de la fuente incluidos. Muy de vez en cuando aparecen cintas de chupasangres que valgan la pena, 30 días de noche es una. Lo tiene todo para convencerte: brutalidad, ritmo, terror, vampiros bestiales y elegantes, y sangre a raudales.
Tras ganárselo todo en el festival de Sitges 2005 con su potentísima ópera prima Hard Candy, David Slade se embarca en la adaptación de este cómic de Steve Niles: 30 days of night. Para él: un paso firme en su carrera cinematográfica; para los amantes del género: un verdadero deleite.
Todo comienza cuando un puñado de vampiros llega a Alaska, la razón: una vez al año hay 30 días de noche. El escenario perfecto para darse el más sanguinario festín de sus inmortales vidas.
Las escenas distintivas de una película de vampiros, están. La excesiva cantidad se sangre, está. La caracterización extraordinaria de los chupasangres, está. ¿Qué falta?: nada. Me siento pagado. Pero esperen, hay más. En primer lugar, el guión; es bueno, lo que ya es mucho decir. En segundo lugar, la atmósfera. El frío de Alaska te congela. Y en tercer lugar, el manejo del suspenso: la cinta es una gran caza de humanos que te mantiene al borde de la butaca.
Los vampiros tienen el garbo del chupasangre clásico tipo Anne Rice, la crudeza tradicional y un ingrediente adicional: su monstruosidad, o dicho de otra forma, son más animales de lo usual y hablan un idioma extraño. Se agradece la pequeña innovación. Y por Dios, qué papelazo que se manda Danny Huston -el de la foto-.
Concluyendo: si bien la peli no rompe con la mecánica del género, sí homenajea sádicamente y como pocas en ya muchos años al vampirismo clásico. Un placer.