viernes, marzo 26, 2010

El imaginario de Terry Gilliam



Sentarse a ver una película de Terry Gilliam equivale a ir una clase magistral de cine. Si no nos gusta, cuestionémonos, porque es Terry Gilliam. Se trata de un cineasta consagrado, que no tiene que demostrar nada a nadie, tal como sucede con Lynch, los Coen, Cronenberg y un par más. Más que recriminar alguna de sus últimas cintas, en el caso de que queramos hacerlo, habría que buscar la razón detrás de nuestros aparentes reproches. Seguramente nos toparemos con algún propósito, algún planteamiento, alguna idea trascendente, alguna luz. En su nuevo filme, “El imaginario del Doctor Parnassus”, Gilliam desborda su talento en una pieza prodigiosa que rememora sus inicios y resulta ser un tanto autobiográfica. Estamos frente a una película pasmosa, ostentosa y, por sobretodo, profunda, incluso más de lo que parece.

El poder de la imaginación. La misma premisa la hemos visto en todas sus películas, ya sea de manera explícita, como ocurrió en “Tideland” (una oda a la imaginación, tierna y tétrica), o simplemente al servicio de la trama, como pasó con “Pánico y locura en las Vegas” y otras tantas. Se trata de una imaginación alucinada, grandilocuente, traída a la pantalla directamente desde el más onírico sector del mundo de los sueños; pero que no es gratuita, sino que plantea ideas, conceptos: fantasía y realidad, verdad y mentira, felicidad y miseria. Con “El imaginario del Doctor Parnassus”, Gilliam vuelve a hablarnos de la sinceridad de la fantasía, quizá de manera más intelectual que en otras ocasiones. Si en “Tideland” la imaginación era planteada como escudo natural de las bajezas del ser humano, en “El imaginario del Doctor Parnassus” toma su carácter redentor, pues sólo la imaginación puede conectarnos con nuestra esencia, desnudarnos, liberarnos.

A propósito del contraste realidad-imaginación del que escribo, en el filme que nos convoca esto se refleja, por una parte, en los majestuosos escenarios a los que ingresan los personajes tras cruzar un espejo que lleva a la mente del Doctor Parnassus (que actúa como recipiente potenciador de la imaginación de los que entran), y por otra, en la sórdida cotidianeidad que debe vivir el inmortal Parnassus y sus compañeros de ruta, entre ellos su hija, quienes han montado un mísero show callejero para ofrecer a los transeúntes, a un precio módico, la increíble invitación a abrir sus imaginaciones y ser transportados a mundos con los que nunca han soñado. Gilliam enaltece este relato, fundamentalmente, con dos elementos dramáticos: en primer lugar, con unas cuantas apuestas de Parnassus con el diablo (una de las cuales lo hizo inmortal), y en segundo lugar, con la llegada de un extraño de gran carisma que modificará el status quo del Doctor Parnassus y su grupo de camaradas; todo aquello fomenta el tono sutilmente discursivo que plantea Terry Gilliam y que envuelve conceptos como la tentación, la trascendencia, la redención y el castigo.


Detengámonos y hablemos un poco de Terry Gilliam. Nos referimos al autor de dos clásicos cinematográficos: Brazil y 12 monos. Gilliam se formó en Monty Phyton, un grupo inglés de comediantes (cultivadores de un humor surrealista, absurdo y social) que lograron la fama con un programa de televisión que trascendió el mundo de la pantalla chica, siendo sus integrantes, entre ellos Gilliam, responsables de varios largometrajes. Pese a este poderoso origen e influencia, Gilliam alcanza en su trayecto cinematográfico una impronta propia, hoy en día inconfundible, caracterizada por historias profundamente visuales, cayendo muchas veces en una fantasía que sobrepasa la propia historia, una grandiosidad estética, pero siempre con premisas potentes e ingeniosas. También predomina en su cine una cierta magia que envuelve a sus relatos y a sus personajes, un aire de cuento de hadas, en ocasiones delicado y en otras frenético, conseguido con un trabajo cinematográfico fríamente calculado; basta ver “Pánico y locura en las Vegas” y “Los hermanos Grimm” para comprobarlo.

Siguiendo con “El imaginario…”, por un lado, habría que comentar que la actuación póstuma de Heath Ledger es correcta, pero más que eso llama la atención la forma en que Gilliam superó el problema de su fallecimiento; el rol de Ledger fue suplido por tres actores: Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell (por la web se rumorea que ni siquiera cobraron por su reemplazo), quienes asumen el papel del ex guasón solamente dentro de la mente del Doctor Parnassus, en una decisión de Gilliam forzada por las circunstancias, pero que calza tan bien que pareciera que el guión siempre estuvo planeado así; los tres se lucen en su imitación a Heath Ledger, pero si hay que elegir a uno me quedo con la prestancia Johnny Depp. Y por otro lado, vale la pena mencionar que en esta película Terry Gilliam vuelve a las grandes construcciones técnicas que le vimos en sus inicios (La bestia del reino, Brazil), pero abriéndose paso victoriosamente en el mundo digital, aunque sin dejar de lado ciertos efectos artesanales que marcan su estilo.

Si bien no todo el mundo disfrutará de esta película, sí lo harán quienes se den el trabajo de apreciar lo que plantea Gilliam, puesto que “El imaginario del Doctor Parnassus”, pese a su pirotecnia y magnificencia, no te da respuestas en bandeja, sino que necesita ser digerido. Un tono alegórico, pseudo budista y delirante ronda a este filme; un filme dotado de un espectáculo visual que a ratos opaca a la narración, pero que no por eso deja de deleitar y provocar. Estamos en presencia de un mito o fábula épica de la autoría de Terry Gilliam, profundamente suyo. Por mi parte, valoro su particular lenguaje visual, la fidelidad a su visión (como ocurre con pocos cineastas en la actualidad) y me saco el sombrero. Al fin y al cabo, Parnassus es la suprema metáfora del propio Gilliam: un hombre imperfecto, como todos, que sufre, sueña, lucha, se cae, se levanta, crea, destruye, vive y se desvive por contar historias que nos sacudan y abrir nuestras aletargadas e insulsas imaginaciones.

domingo, marzo 14, 2010

Estreno mundial: MALA VIDA


1) Presione PLAY.

2) Pulse PAUSE y deje que la línea de tiempo cargue (para evitar interrupciones en la reproducción).

Si quiere mirar el corto con HD ON y en pantalla completa debe verlo AQUÍ, donde también tiene la opción de descargarlo para verlo en cualquier reproductor de su computador (en la parte inferior derecha de la página web, donde dice "download this video").

3) Entretanto, si quiere, lea esto:


Darme el tiempo de hacer un corto, aprendiendo sobre la marcha. Esa era la idea, pero requería gente. Antes había tenido intentos fallidos y un resultado: Fierrazo, un corto de calidad escolar cuya gran utilidad fue enseñarme a utilizar un programa de edición de video. Ahí hubo personas que me cooperaron como actores, pero ahora el propósito era dar un paso más allá, salir de la etiqueta "humorada". Varios amigos me dieron su apoyo, pero sabía que la cosa no era tan fácil. A la hora de pedir ayuda me di cuenta que podía contar con dos personas que estaban dispuestas a entregarme algo de compromiso: Gustavo Lillo y Andrés Zepeda. Los miré y pensé qué podía hacer con ellos, qué roles podrían interpretar mejor. No me demoré mucho en imaginar algo a su medida: una suerte de crónica de dos jóvenes descarrilados. Seamos honestos: todos los jóvenes estamos un poco perdidos. Desarrollé un argumento en un par de días y fijamos fechas de grabación. Había que ser rápido, porque de otra forma no resulta. Esa es la diferencia del cine (por lo menos el amateur) con el resto de las artes: hay que aprovechar los momentos, y no me refiero a sacarle el jugo a la inmediatez de una idea o a un ánimo creativo especial, sino que a los tiempos y los espacios que la gente está dispuesta a regalarte para que ejecutes algo. Por lo tanto, había que jugársela en la filmación y no equivocarse mucho. Todo fue difícil, pero terminamos. ¡Terminamos! Lo que van a ver es el resultado de encuentros cancelados, postergaciones, llamadas telefónicas, risas, apuros, conflictos, enojos, problemas y risas de nuevo. El arte aquí, más que en el propio corto, está en superar los inconvenientes de la realización. Ejemplo: una de las escenas fundamentales del corto tuvimos que hacerla de una sola vez, porque quedaba poca batería y unos cinco minutos de luz del día; yo estaba furioso por el tiempo que habíamos desperdiciado y les indiqué a los actores, gruñendo y en menos de un minuto, lo que tenían que hacer. Y, extrañamente, quedó bien. Ahí está la magia del cine amateur. Claro, la idea de hacer algo mejor y más grande siempre está, pero para eso se requiere experiencia, dinero y tiempo; por el momento el propósito es simple: continuar aprendiendo, corrigiendo y progresando en base a estos cortos underground con defectos técnicos.

Señoras y señores, disfruten de este germen llamado MALA VIDA.

sábado, marzo 06, 2010

Mala vida (invitación y trailer)



miércoles, marzo 03, 2010

The trigger effect (recomendación sísmica)


En caso de que usted haya tenido la fortuna, como yo, de no haber sufrido grandes pérdidas con el terremoto del 27 de febrero y, por tanto, pueda darse el lujo de analizar el acontecimiento desde una perspectiva más sociológica (que es la que menos importa en este minuto), le hago una recomendación (considerando que este blog es de cine): The trigger effect. Se trata de la segunda película dirigida por el famoso guionista David Koepp; un intenso thriller que habla sobre la conducta del hombre frente al caos. O cómo el caos genera más caos. Un filme olvidado y subvalorado que saco del baúl bajo estas sombrías circunstancias.



No se fíe del trailer; la película no es tan efectista.