A.H. Creo que las debilidades de Strangers on a train residen en la carencia de fuerza de los dos actores principales y en la imperfección del guión final. Si el diálogo hubiera sido mejor hubiéramos tenido una caracterización más lograda de los personajes. El gran problema de este tipo de películas es que los personajes principales tienen tendencia a convertirse en simples figuras.
F.T. ¿Figuras algebraicas? Es el dilema de todos los films y con el que se enfrentan todos los cineastas: una situación fuerte con personajes congelados, o por el contrario, unos personajes sutiles con una situación débil. Creí que usted hacía siempre películas de situaciones fuertes y Strangers on a train se asemeja decididamente a un gráfico. A ese nivel la estilización resulta embriagadora para el ojo y el espíritu y fascina incluso a la gran masa del público.
A.H. A menudo me he preguntado a mí mismo por qué no consigo interesarme en una simple historia de conflictos humanos cotidianos. Tal vez la respuesta sea que me parecen que no tienen el suficiente interés visual.
F.T. Seguramente. Podría decirse que el material de sus películas está sacado de tres elementos: la angustia, el sexo y la muerte. Estas no son preocupaciones al día como pueden hallarse en los films que tratan del desempleo, el racismo, la miseria, o también en los films que tratan de problemas cotidianos de amor entre hombres y mujeres, sino que son preocupaciones metafísicas.
A.H. ¿No es lo esencial que estén cerca de la vida? Hay otra cosa, sabe, y es que no soy un escritor. Quizás fuera capaz de escribir todo un guión yo mismo, pero como soy demasiado perezoso o mi espíritu es muy disperso, resulta que llamo a otros escritores para que colaboren conmigo. Sin embargo, supongo que mis films de clima y de suspense son realmente mis creaciones en tanto que escritor y, además, tengo la certeza de no poder hacer con éxito un film escrito completamente por otro. Ya le he explicado hasta qué punto sufrí con Juno and the Peacock, cuál era mi sensación de impotencia al no poder hacer nada con esta historia. La miraba, la examinaba, era una obra en sí, de Sean O’Casey, y todo lo que yo tenía que hacer era filmar a unos actores. Tomar el guión de alguien y fotografiarlo a mi manera no me basta. Me siento obligado a tratar por mí mismo el tema, para bien o para mal. Sin embargo, debo tener cuidado de no encontrarme escaso de ideas, pues como todo artista que pinta o escribe, estoy limitado a un cierto terreno. No quiero compararme con él, pero el viejo Rouault se contentó con pintar payasos, algunas mujeres, el Cristo en la cruz, y esto constituyó la obra de toda su vida.
Cézanne se contentó con algunas naturalezas muertas y con algunas escenas de bosque, pero ¿cómo puede un cineasta empeñarse en pintar el mismo cuadro?
Sin embargo, siento que me queda mucho por hacer y actualmente intento corregir la gran debilidad de mi trabajo, que reside en la falta de espesor de los personajes en el interior del suspense. Esto me resulta muy difícil, pues cuando trabajo con personajes que tienen una gran densidad psicológica, me llevan en la dirección en que ellos quieren ir. Entonces me comporto como la viejecita que los “boy-scouts” intentan obligar a atravesar la calle: no quiero obedecer. Y esto ha sido siempre la fuente de una serie de conflictos interiores, porque exijo ciertos efectos. Me siento atraído por el deseo de situar en mis películas escenas de intriga como la que le describí a propósito de la cadena de montaje de la fábrica Ford.
En la actualidad, a todo esto lo llamaría una forma de escritura bastarda, una manera invertida de llegar a un resultado. Cuando partí con la idea de North by Northwest, que no está basada en una novela, cuando se me ocurrió la idea de la película, la vi completa y no un lugar o una escena particulares, sino una dirección continúa del principio al final; y, sin embargo, no sabía en absoluto de qué trataba el film.
F.T. Creo, señor Hitchcock, que su manera de actuar es antiliteraria, estricta y exclusivamente cinematográfica y… que usted padece la atracción del vacío. La sala de cine está vacía, quiere llenarla, la pantalla está vacía, quiere usted llenarla. No parte del contenido sino del continente. Para usted, una película es un recipiente que hay que llenar de ideas cinematográficas o, como dice frecuentemente, “cargar de emoción”.
Nota: Mientras buscaba la foto de este post me encontré con una página que recomiendo acaloradamente, por lo menos para tenerla en cuenta. Allí están en mp3 las conversaciones entre Truffaut y Hitchcock. Haga click aquí
F.T. ¿Figuras algebraicas? Es el dilema de todos los films y con el que se enfrentan todos los cineastas: una situación fuerte con personajes congelados, o por el contrario, unos personajes sutiles con una situación débil. Creí que usted hacía siempre películas de situaciones fuertes y Strangers on a train se asemeja decididamente a un gráfico. A ese nivel la estilización resulta embriagadora para el ojo y el espíritu y fascina incluso a la gran masa del público.
A.H. A menudo me he preguntado a mí mismo por qué no consigo interesarme en una simple historia de conflictos humanos cotidianos. Tal vez la respuesta sea que me parecen que no tienen el suficiente interés visual.
F.T. Seguramente. Podría decirse que el material de sus películas está sacado de tres elementos: la angustia, el sexo y la muerte. Estas no son preocupaciones al día como pueden hallarse en los films que tratan del desempleo, el racismo, la miseria, o también en los films que tratan de problemas cotidianos de amor entre hombres y mujeres, sino que son preocupaciones metafísicas.
A.H. ¿No es lo esencial que estén cerca de la vida? Hay otra cosa, sabe, y es que no soy un escritor. Quizás fuera capaz de escribir todo un guión yo mismo, pero como soy demasiado perezoso o mi espíritu es muy disperso, resulta que llamo a otros escritores para que colaboren conmigo. Sin embargo, supongo que mis films de clima y de suspense son realmente mis creaciones en tanto que escritor y, además, tengo la certeza de no poder hacer con éxito un film escrito completamente por otro. Ya le he explicado hasta qué punto sufrí con Juno and the Peacock, cuál era mi sensación de impotencia al no poder hacer nada con esta historia. La miraba, la examinaba, era una obra en sí, de Sean O’Casey, y todo lo que yo tenía que hacer era filmar a unos actores. Tomar el guión de alguien y fotografiarlo a mi manera no me basta. Me siento obligado a tratar por mí mismo el tema, para bien o para mal. Sin embargo, debo tener cuidado de no encontrarme escaso de ideas, pues como todo artista que pinta o escribe, estoy limitado a un cierto terreno. No quiero compararme con él, pero el viejo Rouault se contentó con pintar payasos, algunas mujeres, el Cristo en la cruz, y esto constituyó la obra de toda su vida.
Cézanne se contentó con algunas naturalezas muertas y con algunas escenas de bosque, pero ¿cómo puede un cineasta empeñarse en pintar el mismo cuadro?
Sin embargo, siento que me queda mucho por hacer y actualmente intento corregir la gran debilidad de mi trabajo, que reside en la falta de espesor de los personajes en el interior del suspense. Esto me resulta muy difícil, pues cuando trabajo con personajes que tienen una gran densidad psicológica, me llevan en la dirección en que ellos quieren ir. Entonces me comporto como la viejecita que los “boy-scouts” intentan obligar a atravesar la calle: no quiero obedecer. Y esto ha sido siempre la fuente de una serie de conflictos interiores, porque exijo ciertos efectos. Me siento atraído por el deseo de situar en mis películas escenas de intriga como la que le describí a propósito de la cadena de montaje de la fábrica Ford.
En la actualidad, a todo esto lo llamaría una forma de escritura bastarda, una manera invertida de llegar a un resultado. Cuando partí con la idea de North by Northwest, que no está basada en una novela, cuando se me ocurrió la idea de la película, la vi completa y no un lugar o una escena particulares, sino una dirección continúa del principio al final; y, sin embargo, no sabía en absoluto de qué trataba el film.
F.T. Creo, señor Hitchcock, que su manera de actuar es antiliteraria, estricta y exclusivamente cinematográfica y… que usted padece la atracción del vacío. La sala de cine está vacía, quiere llenarla, la pantalla está vacía, quiere usted llenarla. No parte del contenido sino del continente. Para usted, una película es un recipiente que hay que llenar de ideas cinematográficas o, como dice frecuentemente, “cargar de emoción”.
Nota: Mientras buscaba la foto de este post me encontré con una página que recomiendo acaloradamente, por lo menos para tenerla en cuenta. Allí están en mp3 las conversaciones entre Truffaut y Hitchcock. Haga click aquí