PRIMERA PARTE.
I.
Soy noctámbulo, no recuerdo desde cuándo. Me acuesto cerca de las 8 y despierto casi a las 13 horas. Durante mucho tiempo no le trabajé un peso a nadie, más del que hubiese querido. Bebía, veía televisión, divagaba. Desde la muerte de mi padre, nadie se atrevía a formularme regaño alguno. Hasta que colapsé. Pasé un mes, tal vez dos, tumbado en mi cama. Nadie acudió. Una tarde, instintivamente, me levanté. Compré el diario y ojeé la sección de empleos. Un conciso anuncio llamó mi atención: se requiere recepcionista en horario nocturno para motel. La frase remataba con un número telefónico. El universo me volvía a sonreír.
II.
Corría el tercer mes de trabajo. El motel se llamaba “La novia fugitiva” y se encontraba en una calle a trasmano. Digamos que absorbía a un sector socioeconómico medio-bajo. No había camas en forma de corazón, espejos en el techo, jacuzzi, televisión con programación especial ni servicio de restaurante. Y si había iluminación a medias, no era precisamente por una razón estética. Las unidades elementales de la actividad motelera, sin embargo, estaban: la pieza, el catre y el baño.
* Este cuento obtuvo una mención honrosa en la séptima versión del Concurso literario "Mi vida y mi trabajo" del año 2008.
2 comentarios:
me encanto!
me gusto el cuento, denuevo creo que esta bien escrito, y a pesar de ser predecible a ratos (bueno el final no era predecible, eso es importante), igual se logra un interes por lo que sigue... eso también es bueno.
En fin, me gusto que trataras la angustia humana sin el final facil del suicidio, como es propio de los autores pseoudoatormentados que se creen artistas, y menos aún con los finales felices faciles, propios de los cuentos pa cabros chicos y hollywood.
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