Brick y Funny ha ha. Qué deleite. Oxigenemos la atmósfera saturada que impuso la sobrevalorada Batman: the dark knight y hablemos de otra cosa.
Partamos por Brick, una película de detectives instalada en una secundaria californiana. El prototipo del investigador privado de impermeable y sombrero está desarrollado, aquí, por un simple estudiante. El villano y sus secuaces, también. En pocas palabras, los elementos clásicos del film noir o cine negro de detectives se canalizan en una cinta de adolescentes colegiales. Los componentes del género policial se tiñen de la atmósfera escolar gringa: la femme fatal, el informante secreto, las clásicas cabinas telefónicas, el misterioso crimen, la intriga. La ironía presente en el filme es innegable, sin embargo, la cinta es mucho más que eso. La fachada sarcástica que exhibe este submundo cuyo centro de operaciones es el sótano de la casa de la madre del líder de la mafia secundaria, es sólo una superficie. Indiscutiblemente, la originalidad y singularidad de la película es digna de exploración. Brick es sórdida, inteligente, realista. Plantea truculentos desengaños, traiciones y dilemas morales en clave detectivesca. El otrora candoroso Joseph Gordon-levitt, últimamente, pareciera ser sinónimo de buen cine. De prostituto gay en Mysterious skin pasa a interpretar al tradicional investigador privado con tintes de antihéroe: perspicaz, valiente, inteligente. Y por supuesto: golpeado, humillado, enfermo. Por lo demás, la imagen de la cinta es notablemente atractiva. Por una parte, emplaza texturas y escenarios noir en sitios cotidianos, evocando en ciertas escenas a la seducción y misticismo del cine de David Lynch. Y, por otra parte, recurre a prodigiosas secuencias, planos y movimientos de cámara propios de la frescura del más puro cine independiente. Las escenas de peleas son ejemplos evidentes de la innovación visual. Desde Memento que no aparecía una cinta policial tan astuta. Brick es una bofetada de ingenio y desfachatez que reivindica al género policial y se sitúa al nivel de pieza de culto.
Sigamos con Funny haha. La cinematografía gringa nos ha impuesto estructuras narrativas que, por lo general, son de intensidad dramática ascendente y ritmo expedito. Y nos hemos acostumbrado a aquello. Pero no hay que olvidar algo: el cine es un lenguaje, y como tal es capaz de plantear particulares formas de comunicación. Funny ha ha desafía a los cánones vigentes y consigue un resultado interesante. La cinta rechaza la grandilocuencia que implica una banda sonora, el trabajo de diálogos y una historia urdida, para brindarnos simples acciones dotadas de una excepcional naturalidad. Su esqueleto argumental es muy sencillo: cuatro o cinco situaciones en base a las cuales la película se sostiene. La gracia del filme radica en la forma. Un aire de documental la envuelve. La cámara, más que filmar, se entromete en los sucesos. Un brutal realismo es la consecuencia de ese bien ejecutado minimalismo. Los actores no parecen ser actores y la película no parece ser película. Pero lo es. Los parlamentos son tan triviales pero honestos, y las escenas tan corrientes pero espontáneas, que pareciera estar presenciando hechos reales. El filme se centra en la vida de una delgada protagonista y su entorno post adolescente, y nos habla de la incertidumbre, angustia e indefinición propias de los veintitantos. La franqueza, perspicacia y llaneza de la cinta es absolutamente admirable. Funny ha ha hace frente al relato tradicional y recurriendo a una narración pulcra, deliberadamente precaria, fiel a sí misma e irregular, exhibe una historia atractiva, sincera, efectiva y desinteresada y, de paso, nos hace pensar en las inexploradas estructuras argumentales que el cine puede utilizar. Definitivamente, no es una película para todo el mundo.
1 comentario:
La tengo para ver así que manos a la obra. Saludos!
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